29/4/14

12 3/4

Te vas lejos, a jugar en una cancha en la que tu última visita había resultado un desastre. Podemos decir que en aquella ocasión ganaste el partido y además el resultado te sirvió para jornadas posteriores. Pero el recuerdo del cotejo en sí, es algo amargo, un mal sabor de boca.

Entonces llegas a aquel estadio. Estás feliz de volver, pero no tienes una expectativa en particular de cómo resultará el encuentro. El profe te dice que vas de titular. "Vas a jugar de lateral derecho", y te mentalizas.

Minutos antes de iniciar el partido, te das cuenta que no hay rival. Que el único motivo real por el cual estás ahí, es para batir a tus propios demonios. Decides encarar ese duelo. No vas sólo, hay todo un equipo detrás tuyo, por aquello de sentir que no puedes con la carga.

Pero la carga es un chiste. Por eso ganas ese duelo contra ti mismo fácilmente. Y así cambias un pésimo recuerdo de aquella cancha, por uno perfecto, sin errores ni corajes. Cierras otro ciclo en tu carrera personal.

Con eso te basta para estar un rato sin jugar, para únicamente ver a los demás disputar el balón, desde fuera de la cancha. Al cabo que siempre habrá nuevos movimientos por aprender, sin importar en cuál posición te toque alinear.