31/5/18

Adiós, Pelado

Para no variar, la renuncia de Zinedine Zidane me vale como tres hectáreas de pepino. Yo soy mexicano y vivo en México. Soy sensato: un equipo que está a miles de kilómetros de distancia y al que nunca he visto en vivo, no me puede inspirar absolutamente nada como sufrirle o siquiera darle importancia. Este pedo de las redes sociales y el futbol en tiempos de community managers ha creado un sin fin de opiniones baratas, sensacionalismo, y afición de 'mentiritas', que sólo echan a perder el buen sabor de boca que deja el futbol. En fin.

Lo que sí me importa y mucho, es la salida de Matías Almeyda de las Chivas. No por el hecho de que él era uno de los candidatos a dirigir La Raya, digo, de haber sabido que Jorge Vergara y sus secuaces iban a salir con semejante estupidez, Davino y Ornelas mejor se hubieran esperado. A mí me encanta la idea de que Diego Alonso tome al equipo, pero Almeyda es de otro nivel.

Seamos francos: conociendo el historial de Jorge Vergara como dueño del Rebaño Sagrado, era cuestión de tiempo que tomara una decisión con afectaciones negativas para el equipo; vamos, ya se había tardado. Desde 2011 su equipo no había tomado tal protagonismo hasta que contrató a Matías Almeyda, con todo y que sus últimos dos torneos fueron de muy bajo nivel y calidad.

Al señor Vergara se le olvidó lo mucho que la leyenda argentina le dio a su equipo. Porque así es, Almeyda es toda una eminencia en su país. Hagamos un breve repaso en su historia para aquellos lectores que no lo conocen —nótese que en algunas ocasiones me vi explicándole a ciertos seguidores del Rebaño, que Matías ya era alguien muchísimo antes de llegar a Guadalajara—.

Matías Almeyda salió de las fuerzas básicas de River Plate. Debutó en 1992 bajo el mando de Daniel Pasarella y formó parte de un River de época con figuras como Enzo Francescolli, Ariel Ortega, Marcelo Gallardo y un joven Hernán Crespo. Se vistió con los colores de la albiceleste en el Preolímpico para Atlanta '96, y a partir de ahí no se quitó la remera hasta finales del 2003. Jugó los mundiales de Francia '98 y Corea/Japón '02 como titular. Obvio se fue a Europa, y fichó para los clubes Sevilla en España, Parma, Inter de Milán y Lazio en Italia, y el Lyn Oslo de Noruega. Volvió a River Plate: como jugador fue parte del histórico descenso en el que el equipo millonario "se fue a la 'B'", y al caer, le dieron las riendas del club. En su primer experiencia como director técnico logró el regreso de River Plate a primera, y lo demás es historia.

Esto sin contar los altibajos en su vida personal a causa de su depresión y adicción al alcohol en menor medida. Estamos hablando de un tipo al que siempre le gustó estar fuera de los reflectores, aun cuando brillaba por su juego en la cancha; y más allá de lo futbolístico, de un tipo que supo sobreponerse a los problemas extracancha. Quizá por eso formó un fuerte vínculo con su equipo; mas no con el dueño del Rebaño.

Es así que Jorge Vergara deja ir a su técnico más ganador desde que él se convirtió en el propietario de Chivas. Dos copas MX, una Supercopa, un título de Liga, y el campeonato de la Concacaf Champions League; todo en tres años.

Ahora no importa si Matías decide quedarse o no. La relación entre directiva y técnico está rota, y parece haber empezado a desgastarse desde que Francisco Gabriel De Anda llegó al equipo. ¿Cuánto puede cambiar una persona de la televisión a la realidad en un día?

Con esta decisión queda claro que el problema en Chivas siempre ha sido interno; es decir, no fue que el 'Güero' Real prefiriera regresar a trabajar en las fuerzas básicas, o que a 'Nacho' Ambriz le quedara grande el equipo, ni que John Van't Schip hablara mal español, ni mucho menos 'la podóloga'; el único culpable del mal paso de las Chivas, siempre ha sido el dueño del Rebaño.

Adiós, Pastor.




Para la Chivahermana García.

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