20/4/13

La vida, mi vida

Desde que choqué y casi me voy al carajo, entendí que mi vida era/es demasiado buena como para estarme quejando constantemente de puras estupideces. Y así es. Honestamente no sé qué onda con Dios, pero constantemente me da razones para ratificar que mi vida es un placer.

Ayer en la noche, al ver la derrota de los Rayados, decidí salir por unas cervezas al centro, solo, porque todos mis amigos –ahora amigos de mi ex novia y sus amigos– estarían celebrado un cumpleaños. Pero nunca esperé la hermosura en el final de la noche.

Para no hacer el cuento largo, mi ex novia vive con una de sus mejores amigas, y otro amigo, a muy pocas cuadras de mi casa. Esa mejor amiga que vive con ella, me pidió irnos juntos en taxi; yo accedí, aclarando que yo no iría al festejo, por obvias razones. Ella lo entendió. A final de cuentas desistió porque cenó y le dio sueño.

Una vez en el centro, recorrí alrededor de cinco bares. Mi experiencia es que cuando se acude solo, se perciben las cosas de diferentes manera. Pero como si la vida no fuera ya suficientemente amable, me envió un compañero. Estaba en La Mezcalera, a punto de finalizar mi cerveza, cuando un sujeto a mi costado me pregunta si vengo solo.

–Simón.
–¡Yo también! ¡Salud, carnal! ¡Salud, porque sabes divertirte sin tener que andar acompañado!

El vato no está ahogado, ni nada por el estilo, sólo un poco más pedo que yo. Su semblante refleja tristeza. Necesita desahogar sus penas.

–¿Sabes por qué vine solo? Porque una morra acaba de terminar conmigo. Y quise salir con los amigos que tenemos en común, y me mandaron al carajo. Hace un rato los vi, los quise saludar, y me ignoraron. Es más, aquí están dos de ellos.

La plática continúa, con las morras como tema central. Decido quedarme, pido otra cerveza, y luego otra. Sorprendentemente estamos en el mismo canal. Minutos después, me llama mi ex novia para preguntar si su mejor amiga viene conmigo. Le respondo que no, que se quedó en casa. Pero me quedo con la incomodidad de que me esté llamando para nada. Digo, si le dijo que venía conmigo y no llega, pues que le llame a ella para preguntar. Y si no contesta, pues que le insista.

Al día siguiente tengo que trabajar, entonces le digo a mi compañero de peda que debo retirarme. Que ha sido un placer charlar de uno de los temas que hasta el momento me sigue pareciendo sumamente complejo.

Como mi ex novia y yo vivimos muy cerca, el taxi de ruta que tomamos para regresar a casa, es el mismo; y por lo regular los dos salimos en taxi. So. Me subo a la van, sólo está un señor y estas cosas no salen hasta que se llenan. Somos dos. Aborda un tipo más; puros hombres, y el chófer.

–¿Qué rollo? ¿Se animan de a 35?– dice el chófer.
–Nah, mejor hay que esperar unas personas más. 35 se me hace mucho– respondo.
–Ya estás.

Decido cerrar los ojos y dormir lo más que pueda, hasta llegar a casa. Pero el tipo sentado a mi lado señala que con las morras que vienen ahí se llena el taxi. Y antes de abrir los ojos ya reconozco la voz.

–Chale, es mi ex novia– digo.
–Tsss. No pues ni modo, viejo, aguántese– me responde el tipo a mi costado.

Volteo hacia el lado opuesto a la puerta para no tener que verla, y para si de pura casualidad, entre lo oscuro de la calle, no me reconozca.

–Pff. No, pues vamos a tener que esperar otro taxi– dice ella, y se da la vuelta hacia sus acompañantes. Supongo que para explicarles la situación. Me resigno.

El señor sentado en el asiento del copiloto le dice al otro tipo: "ciérrale". Cierran la puerta hasta con seguro. Por algún motivo ella y sus acompañantes deciden regresar y abordar el taxi. Pero no puede abrir la puerta. El señor le explica que ya nos vamos, que no hace falta llenar el taxi porque el va a pagar el equivalente a sus pasajes sin que se suban. Ella responde algo así como: "les vamos a pagar doble". Pero él le dice que entre dientes que no importa cuánto pague, él va a poner el doble que ella. Nos marchamos.

–Yo te voy a pagar el pasaje, carnal. Porque a nosotros nos vale madre lo que le hayas hecho, pero su actitud cuando te vio. Como si tú fueras una mierda, y aunque seas, ése es tu pedo. Nada le costaba haberse subido calladita, sin hacerla de pedo. Hubiera llegado a su casa más rápido. Ahora que se espere.

Y se acabó la noche. Qué más quieren que les diga.

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