7/5/12

Carta al Perro #3

Recuerdo la última semana que trabajé para tus dueños; fue la segunda semana de enero. Casualmente la semana de los festejos por tu quinto aniversario. Raro en mí, no recuerdo exactamente cuál día de esa semana —alguno entre el 9 y el 13 de enero—, también cumplió años uno de tus dueños. Lo que sí recuerdo fue el momento de apagar las velas en el pastel. La mayoría del personal administrativo estábamos en su oficina, viéndolo, esperando a que soplara. Su mirada se perdió en dirección al pastel, y antes de soplar —fue como si alguien le hubiera dicho reacciona—, volteó a vernos a todos diciendo 'que haya liguilla'. Las velas se apagaron y vinieron los aplausos.

Extrañamente para alguien en su posición, no fue ambicioso en ese aspecto. Quizá pensó que pedir liguilla ya era más de lo que su equipo podía hacer, y que además con eso era suficiente para no descender. Creo que realmente nunca imaginó que tú llegaras hasta donde llegaste y menos de la manera en que lo hiciste. 

Esa semana, el mero día de tu cumpleaños #5 te enfrentaste a La Raya, y en tiempo de compensación la mordiste para conseguir tu primera victoria en el presente torneo. Esa noche festejaron de manteles largos; yo no me quedé a la fiesta. A penas hace dos días, el equipo al que le pegaste en tu cumpleaños, te la cobró en una fecha cualquiera, una fecha que pudo haber sido histórica en tu trayectoria. Tu dueño pidió liguilla, y hubo liguilla, pero nada más.

En cuanto al partido, qué triste la reacción del Turco. Yo sé que tú lo entiendes. Decir que 'no los dejaron ganar' es la muestra de la impotencia de no haberlo hecho por méritos propios. Estoy de acuerdo, ninguna de las expulsiones en tu contra fueron justas, pero te regalaron un penal, además ya te habían ayudado en el partido de ida no marcándole un penal a Riascos después de semejante mano, y anulándole un gol completamente legítimo al Chupete. Ese es el problema, cuando somos viscerales sólo recordamos lo que nos conviene.

El sábado no me importó la madriza que pude haber recibido, y me puse la única camiseta con la que estoy seguro quiero que me entierren. Esa de rayas azules y blancas, que trae el '9' en la espalda y dice 'De Nigris'. Todos en la calle me vieron con cara de odio, pero para mi suerte nadie se dignó siquiera a hablarme; nadie excepto un niño. Salí de casa de mi tía a recoger a mi mamá después del partido, y justo frente a mi auto estaba un niño con tu camiseta, viendo hacia el suelo, notablemente triste. Cuando abrí la puerta del auto, volteó hacia mí y me dijo: "pero los Xolos jugaron mejor", con tono de coraje. Me recordó a mí mismo.

Estoy seguro que si te hubiera tocado jugar contra el Ave o la Monarca, otra cosa hubiera sido. Pero ni modo, Perro, esto es así. Vete orgulloso, porque cuando recién ascendiste algunos de tus aficionados no daban un peso por ti, y hoy todos quieren vestir tu camiseta.

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